Existencia

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No sé si existe el alma,

me la arrancaron un nublado día, ya pasado...

¡ ni recuerdo cuando !

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No sé si se adormece el dolor,

pués en tan familiar se convirtió,

que ya ni lo siento quemar en el vientre,

es vieja herida latente.

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Ya solo soy una niña ausente en el sendero,

un hueco enfermo, en el tronco del viejo castaño

casi derrumbado por el pasado...

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Un desgarro en el pecho inocente,

un grito en la noche demente,

una pálida estrella sin luz,

a la vez ardiente e indiferente...

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Asi romperán sus lazos las ramas secas

del árbol que, sin llanto,

caen al suelo y se funden en moho

y ceniza de invierno.

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Y en esa pradera de muerta indiferencia,

ni la cándida lluvia lava la conciencia.

Culpable fuí, si miré demasiado hacia dentro...

si busqué en sordos paisajes la verdad y el ensueño...

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Culpable fuí si penetré demasiado hondo

  en el dudoso espejo del mundo.

Si di crédito a la engañosa vanidad

de su frágil humanidad.

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Ese universo vacío quebró

el alma que hoy no encuentro...

en ese ámbito tan nuestro, se atropellaron despacio,

las quimeras, los juegos, los amores, los deseos...

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Pagada pues la deuda está, a esa vana esencia

que jamás aprendió a amar.

Olvídame ya, ¡ maldito pesar mío !

¿ Acaso no has advertido que de tanto golpear,

ya ni tu roce siento ?

Marie-Ange Bonnevie.

Cazilhac; le 28.11.2002