*
El
sueño no apacigua la indiscreción de los recuerdos,
y
permanecemos presos de la noche que de repente apuñala...
sopor
inquieto de nostalgia que conduce a soñar con ojos abiertos,
más allá de la ventana repleta de inéfables momentos
robados
al tiempo.
*
De
repente, acuden a la mente
imágenes
que bañan el rostro de sonrisas y lágrimas...
un
antiguo aroma de torrijas calientes con sabor a canela, asalta…
una
taza de chocolate humeando en la cocina, te llama...
y el fuego arde contento en la chimenea de la vieja casa.
*
Y
tú... una tarde de invierno,
sentado
frente a mi en un acogedor rinconcito de la sala...
perfumes,
imagenes...
besos
y sabores familiares de turbada adolescencia,
invaden
de improvisto el espacio,
en
esta larga noche de fría soledad e impotencia.
*
Me
aislo en el silencio de un mundo especial y secreto,
arropada
bajo las sábanas de las eternas ansias,
banales
escenas de la vida cotidiana, impregnan
de ternura el alma.
Memorables
instantes, idealizados
por
el transcurso de los años.
*
Y una parte de mi misma
permanece
irremediablemente prisionera
de
entrañables escenas vividas.
Es
una historia acabada...
una
historia del pasado que se entromete sin pudor,
en
la fiebre de una noche del presente.
*
Es nuestra historia que, imprudente,
regresa
que no se aprenden de memoria las lecciones de la vida,
que
aún se persigue en el insomnio,
el sereno y cálido refugio del hogar materno,
bálsamo
esencial para seguir viviendo.
*
Y
se bendice la noche de vela, y el viento se hace melodía tierna.
Y
la violencia de la lluvia se convierte en tranquilo manantial de seda...
y
la soledad se esfuma en el aire, colmado de sabores añejos...
y
el amor envuelve en sus brazos a la importuna soledad del cuerpo,
y
pensando, sonriendo, y amando...
a
la quietud de mi lecho, regresa lentamente la paz al sueño.
*
Marie-Ange Bonnevie
Cazilhac, le 05. 01. 2005
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