Inconsciencia y realidad

 

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Ardiente, confiante, paciente... confías y confías sin contar,

mientras las agujas del tiempo, rasgan el hastiado velo del silencio,

ese mismo que se impuso a fuerza de disimulo, de egoismo, de engaño...

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No brotan reproches de esa boca sellada por el desencanto...

ya no resbalan lágrimas que alteren el semblante, apenas plasmado de fracaso,

ya no quedan sensaciones, no queda nada...

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Y ya no esperas... y aún esperas...

noche y día convives con el alma suspendida al reloj de la vida,

con los ojos cansados, cerrados y abiertos...

urgas en tu interior buscando sensaciones dormidas,

y como no las encuentras, te convences de que yacen... muertas.

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Y escuchas con temor esas impertinentes voces que prefieres silenciar,

voces plenas de realidad, voces que estallan sin pudor a la cara,

voces que, a la luz, escupen insolentes lo que de sobra sabes,

eso que, para no morir, prefieres no decir.

¿Que te pasa niña? ¿Es cobardía?

¿Es realmente amor? ¿Es rebeldía al dolor?

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Sabes que ya no crees,

no crees en palabras, no crees en caricias,

no crees en miradas, no crees en nada, en nada.

Y sin embargo...

en algún diminuto rincón de tu alma, mil veces lastimada,

sobrevive una ínfima parcela de frágil esperanza...

y te dices con tímido fervor... ¿y si esto fuese un mal sueño?

¿Y si mañana te echa de menos? ¿Y si mañana te ama?

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Marie-Ange Bonnevie

Cazilhac le 09. 03. 2005