Un mercado popular

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En las mañanas de domingos soleados,

es asombroso sentarse en el hueco de un banco,

y obeservar a la gente pasar, en un mercado popular.

Rostros curiosos o indiferentes, de gente que va y viene...

humanidad heteroclita, cuerpos apresurados o cansados...

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Pasos mezclados entre cebolletas, jazmines, hierbas,

flores diversas, aves y polvo...

verduras, juguetes, bombones, y trapos de colores.

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Sonrisas y olores fuertes,

hombres, mujeres y niños...

alegres o tristes, solitarios o acompañados...

muecas de todas confesiones, de todas emociones...

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Gritos de mercantes, confundiendo sin pudor a los pasantes.

Niños riendo o llorando por un juguete nuevo,

o el cándido temor del gentío,

empujones, disculpas, risas, discusiones...

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Curioso, el pasmo de ese anciano sentado a mi lado,

admirando el paso garboso,

de una jovencita en pantalones cortos.

La inocente impudencia de la desnudez de sus piernas,

confunden al pobre viejo, que sonriendo, sofoca de gozo.

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Son placenteros en verdad, esos domingos soleados y ociosos.

Fastuoso el jubiloso y el tranquilo enojo,

de esas afanadas mañanas de cálido verano,

perdido entre la fauna humana, de un mercado popular.

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Marie-Ange Bonnevie

Cazilhac, le 17. 02. 2004.